viernes, 8 de junio de 2018

Tema 8: Contenidos urbes

Temas para bachillerato y AZAFATA/O DE TIERRA

2. El poblamiento rural y el poblamiento urbano.
Entendemos por poblamiento como el modo de repartirse los asentamientos humanos y el lugar de residencia de las poblaciones
Poblamiento rural hace referencia a las poblaciones que habitan en el campo frente al urbano, de todas formas es cada vez más difícil delimitar los dos ámbitos, un criterio puede ser el número de casas, como mucho 500, también se puede considerar rural todo asentamiento que ocupe a más del 25 % de sus activos en el sector agrícola.
Puede haber poblamiento rural disperso: casa aisladas como en el norte de España, o poblamiento rural concentrado, siendo este último mucho más generalizado en todo el territorio español. Los de unas 40 casas sobresalen más en el norte, de Galicia a Cataluña, en el Sistema Central y en las Cordilleras Béticas. Los núcleos de hasta 100 casas están más bien en la Submeseta norte y los más grandes, más de 100 casas en el resto de la península y en las islas.
Donde existe mayor número de núcleos rurales es en Galicia mientras que donde menos se manifiestan es en Extremadura y Castilla – La Mancha, pues además son mayores.

Los factores físicos y humanos que explican la forma de poblamiento son múltiples y variados, enumeraremos unos cuantos: La cantidad de agua en una zona, el relieve, las condiciones agronómicas del suelo, la impronta del pasado, la organización agraria; latifundios y minifundios.

En España quedaría así repartido:
La franja norte: Espacio fraccionado y poblamiento disperso con gran predominio de pequeñas aldeas, inferiores a las cuarenta casas.
La Submeseta norte: concentración de la población en núcleos medianos. Existe un elevado grado de desertización y un gran vaciamiento en los espacios rurales.
Los asentamientos de mayor tamaño: En el área mediterránea, en el sur del Tajo y en las islas.

Poblamiento urbano
Según el censo de 1900, 219 ciudades superaban los diez mil habitantes, en el 1930 las cifras se habían elevado a 320 poblaciones. Durante las primeras cuatro décadas del siglo XX los puertos de mar acentuaron su privilegiada localización respecto al desarrollo de la industria, el comercio y las comunicaciones.
La guerra civil supone un paréntesis en los procesos sociales y según el censo de 1960, 403 ciudades tenían en España más de diez mil habitantes. En cincuenta años la población española residente en ciudades se había multiplicado por tres, habiéndose duplicado tan sólo el número de ciudades. Hay una clara tendencia a la concentración sobre todo en las ciudades de más de cien mil habitantes.
En el censo de marzo de 1981 se mostraba que 540 ciudades españolas superaban los diez mil habitantes, y ya con más de medio millón de habitantes, lejos de las pobladas Madrid y de Barcelona, aparecían Valencia, Sevilla, Zaragoza y Málaga.
Con la Constitución de 1978 y las Autonomías se consiguió despertar unas expectativas de desarrollo regional que hicieron estabilizarse a la población. La descentralización administrativa supone el reforzamiento del sector terciario sobre todo en las ciudades que ejercen de capitales regionales.
Además los Ayuntamientos democráticos han intentado renovar el parque urbano, construyendo equipamientos de todo tipo.

EL PROCESO DE URBANIZACIÓN EN ESPAÑA: LOS CASCOS HISTÓRICOS.

1. Origen de las formaciones de poblamientos españoles
Los tipos de agrupaciones de la población en España a través de su historia se clasifican en poblamientos de diseño rural y urbano.

Los tipos de diseño rural, como ya se sabe son de forma dispersa en todas las zonas lluviosas del norte y de forma agrupada en las zonas secas de España.
Se debe resaltar que dentro de cada uno de ellas, existen diversos factores que lo han condicionado, tales como los condicionantes naturales, históricos y socioeconómicos.
Entre los factores naturales destacaríamos la existencia de agua, base fundamental de todo asentamiento humano, al que hay que añadir, en segundo lugar, la topografía del relieve. Dentro de éste, existe una principal tendencia a la ocupación de los valles mejor orientados y, por último, las condiciones agronómicas de los suelos que atraen en mayor medida los óptimos frente a los pobres y eriales.

Entre los factores históricos se aprecia una tendencia a los agrupados que reúnen estas características: tienen su origen, evolución histórica y el asentamiento de pueblos extranjeros como fenicios, griegos, romanos, visigodos, árabes, etc. , la inseguridad que les hizo crear elementos defensivos como murallas y la diversidad de etnias que les configuran pequeños grupos durante la reconquista.
Entre los factores de tipo socioeconómico resaltamos las actividades a desarrollar tales como las agropecuarias y sus formas de aplicación; los tipos de disgregación parcelaria o minifundios; las tendencias a diferenciar zonas de secano y regadío y sus productividades; las actividades de otros tipos como las extractivas y de transformación.

2. Las zonas de España.
En la zona norte predomina el tipo de población fraccionado con clara tendencia a la dispersión.
En la meseta norte predominan los núcleos de tipo intermedio pero concentrados, a una distancia mediana o cercana, es decir, los pueblos están relativamente cerca entre sí.
En la meseta sur, valle del Ebro, costa mediterránea e islas, los asentamientos tienden a la concentración en núcleos medianos hacia grandes pero más distantes entre sí.
En Andalucía y Extremadura, la tendencia de los asentamientos es de tipo disperso con cortijos intercalados entre los núcleos de tamaño mediano o grande.

3. El poblamiento urbano.
1 La evolución histórica de las ciudades españolas.
La cuenca del mediterráneo español se considera el origen de las concentraciones de población desde la llegada de los primeros colonizadores tales como: fenicios o griegos y, más tarde, cartagineses y romanos. Nos quedan restos de aquellos núcleos que servían como punto de referencia y dominios del interior para sus actividades comerciales: entre otros destacamos: Ampurias, Rosas, Mainake, Gadir, Emeroscopiom, Cartago, etc.

Los romanos imponen sus patrones urbanos y destruyen los de los poblados íberos, lusitanos, vetones, etc. Son centros de control de todas las actividades económicas, políticas y sociales; desde ellas se gobierna, se romaniza, se recaudan impuestos y se mantiene la estabilidad en las zonas o provincias romanas. Entre estas ciudades las más sobresalientes son: Tarraco, Córduba, Cesárea Augusta, Lucus Augusti, Legio Séptima, Astúrica Augusta y Emérita Augusta. Las huellas romanas en estos cascos urbanos, se manifiestan a través de sus circos, teatros, anfiteatros, templos, foros, etc.; incluso de sus murallas hay documentos como en Ampurias.
Durante el medievo la ciudad siguió viva y dominando el entorno pero sus redes de caminos decaen y las infraestructuras públicas también. Durante esta época, debemos distinguir varios tipos de ciudades, por un lado la árabe o islámica y por otro la cristiana.
Las ciudades islámicas se aprecian en las zonas meridionales y tienen su importancia durante los siglos IX, X y XI como queda de manifiesto en Córdoba, Sevilla y Almería. Este tipo de urbanismo es siempre irregular tanto en el plano de calles como de entradas y salidas por lo que se le denomina de tipo laberíntico. Sus casas se orientan hacia los patios interiores y sus tamaños son de poca altura y construidas con materiales pobres. Solamente sobresalen de esta pobreza la mezquita con su minarete y los alcázares y alcazabas.

Las ciudades cristianas son un poco más regulares, las calles son estrechas por falta de espacio, no hay trazados rectilíneos y son algo complejos. El centro se halla en torno a la iglesia o al castillo, en la plaza mayor se celebran actividades mercantiles, ya sea en el zoco, en el ágora o en la zona porticada. Las murallas sólo son propias de las zonas más conflictivas de la reconquista como signo de garantía. Esto nos sirve para que las diferenciemos de las ciudades de la ruta Jacobea como son: Puente la Reina, Logroño, Sto. Domingo de la Calzada, Burgos, Frómista, Sahagún, León, Astorga.

A partir del S. XIII con Alfonso X, se inicia la ordenación urbana con un trazo ortogonal (así se recoge en las Siete Partidas). Como ejemplo de ello: Jaca, la nueva Pamplona, San Sebastián, Sangüesa, Tolosa, Marquina, Briviesca, Villarreal, Almenara, etc.
Desde el S. XIV se inicia una preocupación por la ciudad bella y ordenada. Dicha preocupación se redujo a la construcción de ciertos edificios como las Lonjas de comercio en Barcelona, Palma de Mallorca y Valencia. Aparecen ciertas mejoras en espacios públicos con una regularidad en las alineaciones constructivas de manera especial durante la época posterior como se manifiesta en Burgos o Badajoz reinando ya los Reyes Católicos, S. XV.

Durante los Reyes Católicos uno de los rasgos más frecuentes de las ciudades es la existencia de plazas mayores que además, del tradicional mercado, sirve de centro de espectáculos, fiestas populares, acciones de la Inquisición. La mayoría de dichas plazas no sobreviven por haber sido hechas con madera y haberse incendiado, tal es el caso de la plaza mayor de Valladolid y Madrid.

En el S. XVI, se recupera la idea del centro urbano gracias a las mejores infraestructuras y mayor estabilidad en los gobiernos; así durante dicho siglo en España hay más de una veintena con más de diez mil habitantes, lo que suponía más de un 6% del total de la población, destacando entre otras: Granada, Sevilla y Valencia.
La nueva ciudad necesita una adecuación de sus calles para el paso de carruajes y para la circulación peatonal, por ello se puede afirmar que el urbanismo se centró en la construcción de los reales sitios como El Pardo, Balsaín, La Zarzuela, Aranjuez.
A mediados de este siglo, la afluencia hacia las ciudades de la población sigue a buen ritmo lo que supone que se alcance casi un 10% de la población en centros urbanos, con especial interés en ciudades como: Valladolid y en especial, Madrid, nueva capital del reino. Felipe II siguió con la política de construir reales sitios como El Escorial, El Buen Retiro, y reconstruyó plazas mayores como la de Valladolid, Toledo y más tarde la de Madrid.

En el S. XVII, siglo de colapso económico, demográfico, político, el crecimiento urbano disminuye de manera generalizada pasándose a un escaso 9% de la población. Entre las poblaciones que pierden se encuentran: Granada, Sevilla.
Las únicas que crecen son: Madrid, Cádiz y Málaga. La primera por ser la capital y las otras dos gracias a las actividades mercantiles con América y norte de Europa.
De esta época de Felipe III, sólo cabe destacar la construcción de la Villa de Lerma por los duques del mimo nombre validos de dicho rey.

En el S. XVIII hay una recuperación urbanística generalizada, así se pasa de 22 ciudades de más de diez mil habitantes a 34, lo que significa recuperar el 12% de población total urbana.
Las poblaciones de mayor crecimiento son Madrid, Barcelona y Sevilla. Con la llegada de los Borbones y sus reformas también el modelo urbanístico cambia, recuperándose las iniciativas italianas como queda de manifiesto en el nuevo Aranjuez o en la Granja de S. Ildefonso, así como en las puertas que embellecen a Madrid, a saber, la Puerta de Alcalá. Los aledaños y nuevos arrabales también ven modificada su estructura e infraestructura por la nueva política territorial y como ejemplo de ello, destacamos el nuevo Baztán del arquitecto José de Churriguera.
Aparecen nuevas poblaciones para nuevos fines como El Ferrol, Cartagena y S. Carlos de la Rápita.

Durante este siglo Carlos III, también se mejora la red de caminos y la infraestructura de seguridad de manera especial en las zonas de nueva explotación y neocolonizadas de Sierra Morena en las provincias de Jaén, Córdoba y Sevilla. Esta recuperación fue llevada a cabo tanto por el gobierno como por la iglesia. Estas nuevas poblaciones exigen un nuevo trazado ortogonal, centrándose en las plazas, dejando grandes paseos semiabiertos en círculo al estilo de Roma o de París. Entre los centros urbanos a los que llega esta nueva concepción, merecen la pena ser renombrados: el centro de Salamanca y Barcelona.

En el S. XIX, sigue la tónica de crecimiento urbano con bastantes parálisis motivado por las más numerosas actividades bélicas.
En torno a 1850, la población urbana se acerca al 18 % del total. En algunas zonas del norte, es motivado por la llegada de la industrialización, se muestran estos cambios, el resto peninsular, apenas si se ve afectado. La nueva necesidad del urbanismo industrial, exige espacios para la fábrica y a su vez, grandes espacios para los obreros que a las mismas acuden al trabajo pero que necesitan infraestructuras donde vivir. Esto significa un problema de congestión y al mismo tiempo, de degradación del medio y así se nota la falta de higiene por lo que hubo necesidad de promulgar leyes diferentes para estos núcleos urbanos.
La demanda de población nueva en las industrias supone el fin del mundo rural ya que son muchos los que se acercan a estos núcleos urbanos a través de la nueva red de ferrocarriles y atraídos por los nuevos puestos de trabajos y las facilidades relativas de asentamiento, no debemos de olvidar la reforma política y administrativa del Estado entre 1833 y 1834, que supuso el actual sistema de ordenamiento de provincias y de partidos judiciales.
Durante los finales del XIX y principios del XX, aparecen las nuevas ciudades y sus ensanches. Hay un espectacular crecimiento motivado por razones económicas del desarrollo industrial, como ejemplo de ello destacamos a Gijón en Asturias, Sabadell en Cataluña y Puertollano en Castilla La Mancha.

A partir de 1900, la población urbana se acerca al 33% del total y su ritmo ascendente se aprecia con un 43% en 1930. Los censos que nos facilitan las anteriores cifras, nos ponen de manifiesto como Barcelona supera a Madrid en número, en industrias, en actividades mercantiles tanto químicas como mecánicas. Las ciudades de Barcelona y Sevilla se amplían gracias a las Exposiciones de 1929, una hacia Montjuic y Parque de Mª Luisa, aportando una gran zona de equipamiento terciario, mejoras de infraestructuras, electrificación, servicio de aguas, transportes públicos.

La guerra civil supone una ruptura importante en los procesos sociales, económicos y políticos. Las iniciativas prácticamente desaparecen, algunas ciudades sufren deterioros y hubo que reconstruirlas de manera urgente como fue el caso de Madrid o Teruel. El crecimiento se hace muy lentamente hasta los años 60 en los que se puede decir que comienza a superarse el 51 % de la población total. A partir de este momento, comienza la modernización de nuestras ciudades de manera muy especial, las zonas del litoral quedando un poco aisladas las tradicionales ciudades del interior. Se dice que uno de los principales factores del decaimiento de dichas ciudades del interior se debe a la política de los polos de desarrollo aplicados por la época franquista y la nueva ley del suelo de 1956. Esta ley exigía tener planes parciales y generales donde hubiese polígonos industriales, ciudades jardín y residenciales dentro de un marco legal que hiciese posible una más homogénea distribución de espacios y de crecimiento pero que exigía grandes inversiones de las que no disponían los núcleos urbanos pequeños.

Sólo las grandes áreas metropolitanas de Madrid, Bilbao y Barcelona se vieron favorecidas de una manera algo significativa. Debemos añadir algunas zonas litorales más atractivas al turismo internacional que comenzaba a ofertarse a los habitantes que ya tienen vacaciones remuneradas para que vengan hacia nuestras playas.

En 1973 se aprecia un relativo descenso por falta de consistencia del régimen político y por la crisis económica mundial. Los movimientos migratorios hacia la ciudad se ven paralizados relativamente y no comienzan a recuperarse hasta los años 80 en los que el crecimiento fue, tras el asentamiento de la Monarquía y la Constitución, espectacular pasándose a un 73% de la población total.
Con la llegada de las autonomías ha comenzado el crecimiento y reequilibrio de otras zonas provinciales que hasta ahora venían perdiendo población a favor del gran Bilbao, Barcelona y Madrid, para cambiar su signo negativo y comenzar su recuperación como Sevilla, Valladolid, Santiago, Vitoria, Albacete.

4. Las ciudades españolas

1 Análisis del paisaje urbano actual.
El paisaje urbano sigue tradicionalmente, tres niveles para su estudio, a saber: el plano o trazados, la edificación o tipos constructivos y los usos del suelo y de las edificaciones.
El plano y las edificaciones.
El espacio urbano español debemos agruparlo en tres grandes áreas:
1) Los centros históricos o cascos antiguos independientemente de la época a la que pertenezca.
2) Las áreas de ensanche o primer planeamiento de crecimiento.
3) Áreas suburbanas.

2 El casco antiguo o histórico.
El análisis del plano de un casco histórico se caracteriza por la irregularidad de sus calles estrechas de trazados sinuosos, a veces con callejones sin salida y mucha escasez de espacios abiertos. La irregularidad no supone ausencia de orden y de abandono jerárquico en el trazado de las calles o localización de los edificios públicos así como de esos escasos espacios abiertos. Existen cascos históricos bien conservados de la época romana en: Tarragona, Cáceres, León, Zaragoza. En otros casos no tan bien conservados como en Itálica o Ampurias. Existen en otros casos recintos amurallados que conservan sus ejes principales como son: Lugo, Mérida o Barcelona.

De la época hispanorromana, los planos del casco antiguo son aparentemente de mayor irregularidad. Entre ellos merecen la pena destacar: Toledo y Écija y el corazón de las tres ciudades andaluzas: Granada, Córdoba y Sevilla a las que se les plantean grandes problemas urbanísticos.
De las ciudades medievales cristianas nacidas a partir de un núcleo amurallado, caben destacar: Salamanca, Ávila, Segovia, Burgos, Valladolid y Soria. Esta última no ha necesitado romper su cerco inicial del XIII, el resto por sus necesidades militares y el nuevo uso ha exigido transformar el urbanismo medieval. También existen núcleos en la ruta Jacobea con trazados de tipo itinerante, pueblo-calle, diferenciados de los anteriores y a su vez muy distintos a los cascos de Navarra, Logroño y el País Vasco que están acondicionadas a la tipografía del propio terreno.
Entre las ciudades del S. XIII, cabe destacar, los desajustes sufridos en la organización interior tanto en Toledo, Córdoba y Sevilla como en Vitoria y Gerona.

A partir del S. XIV en la corona de Aragón, comienza a edificarse espacios públicos, plazas, calles que embellecen las ciudades siguiendo los modelos italianos.

En el S. XV se consolidan estos cascos antiguos mejorándose poco a poca hasta la época barroca donde se añaden mayores espacios urbanos, barrios nuevos y mejores edificaciones. Salvo raras excepciones, el crecimiento queda reducido a poblaciones muy concretas.
La aparición de nuevas enfermedades en los centros urbanos como el cólera, exigieron sacar los cementerios a las afueras de las ciudades como Valencia, Sevilla y San Sebastián, estos espacios dejan lugar en el interior para nuevos aprovechamientos, a ello hay que añadir los terrenos de la desamortización de Mendizábal y de Madoz, que hacen desaparecer a conventos e iglesias y permite nuevos espacios para hacer nuevas urbanizaciones. Esta desamortización, no obstante, no afectó a todas las ciudades por igual. Mientras Salamanca y Ávila conservan sus conventos, Madrid y Barcelona perdieron más del 50%.

Se rompe este periodo de estancamiento en el S. XIX con los ensanches que exigen una mayor salubridad e higiene y por tanto nuevas aperturas de espacios dentro de las viejas tramas para poder ampliar y mejorar las infraestructuras que se requieren.
En el S. XIX, se hacen reformas interiores con grandes vías de ancho trazado rectilíneo, lo que supone la pérdida de algunos cascos antiguos. Se puede apreciar de manera ostensible en Sevilla y Gerona, zona de la Dehesa, en menor proporción merece la pena destacar San Sebastián modificada tras un incendio, Cuenca y la misma Barcelona que se verá transformada con el proyecto de Cerdá. En Granada a partir de 1850, se abre la gran vía de Colón, eliminando parte de edificaciones musulmanas. En Zaragoza se hace algo parecido poco después en 1856 para continuar las actuaciones a principios del S. XX en Madrid, zona de la Gran Vía y aledaños.
En otras ciudades hubo menos espectaculares reformas pero de la misma tendencia a la alineación de calles como por ejemplo en León, en la que además de perder los cementerios parroquiales, se abrieron nuevas vías de descongestión permitiendo un ensanche principalmente hacia el núcleo del ferrocarril.

En general, el S. XIX es época de descongestión de cascos antiguos, de necesidad de amoldarse a una nueva vida urbana, a unas necesidades higiénicas con proyecto de saneamiento de grandes dificultades tanto de abastecimiento de agua como de bombeo de las mismas, instalación de iluminación con gas y posteriormente eléctrico, asentamientos de la red del ferrocarril que se preveía aportasen soluciones mágicas de infraestructuras a la ciudad.

En el S. XX se produce la gran expansión urbana y con ella un decaimiento de los centros históricos. Existe un desplazamiento de las funciones sociales y políticas, una degradación social de las poblaciones, las clases más acomodadas se desplazan hacia los ensanches dejando el interior a los inmigrantes y clases marginales. Paralelamente se producía un cambio funcional y de desplazamiento de los negocios, solamente en aquellas ciudades en las que ha habido poca dinámica social, se conserva vivo el casco viejo.
Hoy, gracias al turismo y al patrimonio artístico, se mantienen bien conservadas. El estancamiento demográfico de finales de los años 70, supuso un deterioro de las zonas internas pero gracias al nuevo empuje de la sociedad y de su economía en los años 80 se ha producido una renovación de dichos centros históricos, así como de la aplicación de nuevos planes de rehabilitación integral, todo ello significa una revalorización del patrimonio histórico, artístico y ambiental, recuperándose dichas zonas para ciertas clases medias de profesionales y artistas.

No se deben olvidar las nuevas orientaciones políticas y su función cultural administrativa y comercial a la que ha contribuido de manera, relativamente eficiente los Ayuntamientos, así se han dotado a estas zonas de grandes edificios, zonas de mercados, hospitales y se han sacado de su interior mataderos, cuarteles y viejos hospitales.

3 Los ensanches.
Los ensanches nacieron como consecuencia de las nuevas necesidades industriales del siglo XIX y la incorporación de los ferrocarriles. Desde 1859 se toma conciencia, durante el ensanche de Barcelona, la necesidad de crear una Teoría sobre Políticas Urbanísticas ya que en los municipios no había apenas interés por el tema por considerarlo todavía insignificante.
Desde 1857 fueron apareciendo normativas puntuales para estos proyectos que se desarrollaban en Barcelona, Madrid y otras ciudades. Todo ello supuso un inicio de la legislación sobre esta materia de planeamiento urbano y respeto relativo al pasado de los cascos llamados viejos o históricos.
Cerdá propone ciertos pasos a seguir si se quiere una ordenada etapa de transición a la industrialización, con actuaciones conjuntas por parte de la administración pública y aportaciones de carácter privado.

Para llevar a cabo el proceso sería necesario seguir estas etapas:


1.- Parcelar el territorio que se quiere urbanizar ya esté dentro de la ciudad o fuera, sea o no urbano en ese momento, lo que implicaba cambios en su dinámica jurídica, política y de perspectivas sociales.

2.- Construir las infraestructuras que requiere la nueva zona de la ciudad como calles, aceras, cloacas, cañerías, líneas de tranvía, etc. Lo que a su vez requería un cambio de la legislación municipal sobre dichos espacios y su interdependencia de los nuevos inquilinos.

3.- La construcción de la casa fue llevada de forma fraccionada por promotores y propietarios individuales. La mayor parte de la iniciativa cayó en el empresario privado pero bajo nuevas ordenanzas municipales que dificultaba el proceso por su lentitud en los dictámenes de normativas.
Aparecen, a partir de ahora, las casas plurifamiliares, intermedianeras siguiendo los modelos franceses de París. Este tipo de construcción encontraba desigual agilidad en la construcción que en algunos casos se demoró de manera alarmante como en Madrid.
Tras estas primeras dificultades y pasos complejos, se asienta la idea del ensanche en las ciudades y con ello se consolidan las nuevas clases burguesas.
Este modelo de ciudad en la zona del ensanche está muy familiarizado con las clases burguesas del XIX, ya que en ellas buscaban, por un lado, una casa urbana tradicional y por otra, unos edificios plurifuncionales, dejando las plantas bajas y primeras para usos económicos, industriales, comerciales y financieros y el resto de las alturas para residencia plurifamiliar. Esto exigió nuevos espacios comunes como patios interiores, escaleras de acceso, servicios colectivos de agua, calefacción, gas, electricidad, etc. Las fachadas, incluso, tratan de comunicar la posición social del inquilino que habita en su interior, bien por su decoración neogótica, neomudéjares o de estilo imperio parisino.

En el plano de la nueva ciudad predominan varios tipos de trazados como el de cuadrícula ortogonal, a veces el radiocéntrico, (este presentaba mayores dificultades) y el llamado de malla cuadrada, (reminiscencia del urbanismo clásico). Este último ofrece por un lado, ventajas al permitir una reiteración sistemática en el crecimiento urbano sin tener en cuenta las épocas pasadas o futuras, permitiendo una fácil parcelación y fraccionamiento a la hora de la redistribución del suelo y sus usos, siendo más ecuánimes las pérdidas proporcionales de suelo para el uso público.
En algunos lugares, este sistema constructivo no gustaba por su repetición de elementos así en Barcelona se encuentran con ciertos cambios de diseño en las esquinas de las cuadrículas lo mismo que en el ensanche de Valencia.
La nueva ciudad requiere también de espacios para las nuevas necesidades industriales y los transportes por lo que hace falta crear una estructura adecuada y que evite problemas de carácter social generalizados que puedan permitir a cada trabajador desplazarse de manera, relativamente fácil, tanto al trabajo como a los lugares de aprovisionamiento en centros comerciales a los que a su vez hay que abastecer con asiduidad.
A finales del S. XIX, las ciudades como Barcelona y Madrid, comienzan a sentir estas grandes necesidades de satisfacción social, a ellas le siguen otras como San Sebastián, Bilbao, Valencia, Alicante, León, Zaragoza. En todas ellas se aplica una revisión de sus planos de ciudades históricas. En el nuevo proyecto urbanístico se cumplen las normas demandadas por las necesidades burguesas en la ciudad del ensanche. Merecen atención especial por la no existencia de plano del ensanche y sistema de alineación de calles, las ciudades de Sevilla, Granada, El Ferrol, Guadalajara y Cáceres.

4 Las áreas suburbanas.
Las áreas suburbanas constituyen la periferia de las ciudades en su mayoría desarrolladas durante el S. XX. Este tipo de construcción afecta a todo el conjunto urbano tanto de la época de los ensanches como del casco antiguo. Estos nuevos modelos de diseño suburbano han exigido remodelaciones y actuaciones diversas en sus infraestructuras dependiendo, más o menos ostensiblemente, de las ciudades a las que se haga referencia.
El crecimiento suburbano exige además de obras de infraestructura, parcelación de terrenos, vías de comunicación, así la urbanización es anterior a la parcelación y ésta está estrechamente vinculada a la edificación.
En ellas no existe ninguna tipología preconcebida de construcción, siendo habitual la vivienda unifamiliar semi-adaptando la vivienda tradicional a usos residenciales donde ni siquiera se cambian los viejos ejes de intercomunicación ni sus nombres. Como ejemplo típico, cabe destacar en Madrid la Avenida de Aragón, Daroca, Extremadura, etc.

5 La ciudad lineal.
Un tipo de crecimiento suburbano con infraestructura ligada a la ciudad, fue la ideada por Arturo Soria y Mata en 1882 bajo el nombre de “Ciudad Lineal”. Se trataba de una calle ancha por donde podían transitar tranvías, conducciones de agua, gas, electricidad, quedando espacios para plantar árboles y espacios suficientes, previos a las casas unifamiliares. Todos estos terrenos debían ser gestionados por el Municipio que acabarían conectándose paulatinamente con los viejos núcleos ya existentes.
Arturo Soria ensayó su teoría en la periferia de Madrid, creando una S.A. bajo el nombre de Cía. Madrileña de Urbanización, aunque en realidad era casi de carácter familiar ya que su familia ostentaba casi todos los cargos significativos. En la actualidad ha sido remodelada y convertida en zona de equipamientos con una gran pérdida de aquellos espacios urbanísticos ideados por Arturo Soria.

6 La ciudad jardín
Otra forma de entender la ciudad planificada de carácter unifamiliar suburbana es la llamada “Ciudad Jardín” que se difunde desde 1898 gracias a la corriente historicista por toda Europa y el mundo desarrollado.
La ciudad se configura de forma ordenada dentro de un patrón de vivienda unifamilar, donde se mantienen ciertos patrones agrícolas y mejoran las condiciones de calidad de sus casas, de sus materiales, fomentando el cultivo del jardín como complemento al suelo urbano.
De este modelo cabe destacar en España, y en concreto en Madrid, ciertas colonias que llevan de nombre ciudad jardín ...., que fueron promovidas por empresas del sector de construcción, entre otras.
Este modelo de construcción se extendió hacia zonas limítrofes siendo el modelo de la segunda residencia y de zonas del turismo Mediterráneo, así como algunas zonas de media montaña en los alrededores de Madrid, Barcelona o Bilbao. En la actualidad son zonas de alto standing como La Moraleja, y Somosaguas (Madrid), San Cugat de Vallés (Barcelona), Naguri (Bilbao).

7 La urbanización marginal
La urbanización marginal es el polo opuesto a la ciudad jardín pero no por ello deja de ser una parte significativa del desarrollo de nuestras ciudades aunque su emplazamiento esté relativamente cerca si se halla fuera de la propia ciudad.
Este tipo de urbanización suele ser producto de la autoconstrucción sobre un solar de propiedad, no tiene ningún plan previo de construcción, suele ser ilegal tanto en la parcelación como en la adecuación del suelo de rústico a urbano así como los entornos que lo complementan. Esto se ha dado de manera tradicional, en Barcelona, Tenerife o Madrid, en menor proporción en otras ciudades.
Las transacciones de las viviendas se suelen hacer de manera poco legal a inmigrantes, y a procedentes del campo o de otras áreas.

El proceso de la construcción, casi siempre, se hace de forma rápida en función de las posibilidades que ofrece la parcela. Tras la construcción se comienza la época de mejoras, ampliaciones e intentar enlazarlas con otras próximas para así crear barrios marginales con fuerza social a los que hay que legalizar antes o después.
A veces, como la mayoría de los propietarios y ocupantes no se hallan en modo legal, terminan produciéndose desalojos, a los que hay que dar solución de política social municipal, o para ahorrarse gastos, permitiendo la promoción urbanística y la recalificación de los suelos rústicos a urbanos aplicándoles las oportunas inversiones desde el municipio con el que dotar de los equipamientos básicos y absorberlos como miembros municipales.

8 El barraquismo o chabolismo
Cada vez se ven menos barrios de infraviviendas en nuestros entornos. Estos se levantaban con materiales de desecho sobre terrenos públicos o privados, fuera de cierto alcance y rigor de las leyes municipales.
En la actualidad sólo algunos grupos de inmigrantes, viven en estos tipos de viviendas, en los que no hay ningún tipo de urbanización ni parcelación, se han ocupado vías laterales de comunicación, vertederos, terrenos baldíos, etc. Algunos, en su momento, alcanzaron gran importancia como el pozo del Tío Raimundo (Madrid), Somorrostro (Bilbao) y el vertedero de Montjuic (Barcelona).
Con los nuevos planes de absorción, han ido desapareciendo estos numerosos grupos y otros varios en ciudades menos significativas y en su lugar se han creado provisionalmente un ordenado y numeroso conjunto de barracones o bloques de poca altura y escasa calidad a la espera de su acomodación.

9 Los polígonos y casas baratas
Dada la necesidad de viviendas, los municipios han tenido que actuar de manera rápida, creando residencias plurifamiliares en las que permitían, no solamente, la habitabilidad sino el desarrollo de actividades de tipo industrial y en algunas ciudades se crearon bloques, denominadas casas baratas, para dar salida a estas necesidades, haciéndolas al menor coste posible y con materiales lo más baratos posibles.


LAS CIUDADES.
1.Funciones urbanas. 2. El plano de la ciudad. 3. Organización del espacio urbano
1. Funciones Urbanas
Todo el mundo tiene claro el concepto de ciudad y, sin embargo, geográficamente es un concepto muy complejo y fuente de múltiples discrepancias; por ello, nosotros al concepto ciudad la consideramos como un habitat concentrado con un significativo volumen de población dotada de unas funciones complejas y una organización externa que satisfaga la mayoría de las necesidades de sus habitantes, así pues es una yuxtaposición de la Historia y de la actualidad.
Decimos o definimos para usos y objetivos turísticos que: "ciudad es toda aglomeración humana, con funciones complejas y una organización externa que, a diferencia de las rurales, ejerce interrelaciones e influencia más allá del espacio que ocupa físicamente".
El concepto y función hace referencia a las actividades que desarrolla una ciudad como especialización de sus cometidos que motivan y justifican la existencia por necesidad.
La acción de toda ciudad se extiende por áreas territoriales más o menos amplia como sus propios habitantes y son precisamente estos los que explican la necesidad de su existencia y desarrollo.
Para clasificar cuales son las funciones de una ciudad hay que analizar qué actividades son las desarrolladas por sus habitantes y que están destinadas a cubrir necesidades exteriores a ella, es decir, se realizan en función de un territorio exterior a ella.
La función comercial es la más común y tradicional y ésta por si sola interesa al Turismo por las actividades mercantiles que realiza o ayuda a satisfacer a los residentes o transeuntes.
La función administrativa y la industrial son dignas y merecen especial consideración en Turismo.
La función defensiva y estratégica o militar, en el pasado, fue causa de aparición de numerosas urbes y comprendida muy fácilmente ante tanta guerra. Se pueden recordar múltiples ciudades que han nacido de la transformación de un campamento romano como Lugo o León, o por otros motivos como el castillo medieval o una fortaleza.

La función cultural interesa bastante más, en sentido muy amplio, al turismo.
Se pueden clasificar en:
a) religiosas como: Roma, La Meca, Jerusalén, Santiago de Compostela, y aportan importantes flujos turísticos
b) recreativa y ocio con sus festivales como Benicasim,
c) congresos o reuniones de todo tipo científico como los congresos en Madrid,
d) patrimoniales o de riquezas monumentales y artísticas, como Salamanca, Burgos, Toledo o Florencia
e) museísticas por sus tesoros en museos, iglesias, etc. como: Ávila, Toledo o Segovia,
f) monumentales, con monumentos modernos y tradición como Bilbao, Barcelona, etc.,
La función turística o de acogida es la que ejercen específicamente las ciudades que disponen de infraestructuras y de medios de reposo, de curación o de esparcimiento. Su especialización se nota en la profusión de hoteles, restaurantes, comercios específicos, etc. Así hay ciudades de balnearios (Archena o Vichy), de veraneo o de turismo de sol y playa como la Costa del Sol, de montaña (Vichy).

Toda ciudad suele ejercer simultáneamente la mayoría de las funciones. En casi todas las ciudades actuales es tal la multiplicidad de cometidos que desempeñan que es imposible decir cual es su función básica, salvo en las exclusivamente turísticas, en las generadas y concebidas para el propio turismo. Cualquier ciudad tiene en mayor o menor grado una función turística y siempre ha de tenerse presente que la ciudad es uno de los elementos geográficos más importantes en el Turismo.

2. El Plano de la Ciudad
Toda la estructura física de la ciudad queda reflejada, inscrita horizontalmente, en el plano, quien a la vez traduce la propia historia de aquella.
La mayor parte de las grandes concentraciones de población han ido fijando su plano espontáneamente, es decir, sin ninguna planificación urbana u ordenación conciente. Ello explica el característico desorden de las calles que se aprecia en muchos cascos antiguos de las ciudades europeas y musulmanas. Por el contrario, es raro encontrar ciudades, de cualquier época, cuyo plano haya sido programado previamente y posteriormente ejecutado.
Todos los planos urbanos obedecen, a múltiples variaciones como la propia vida de sus habitantes y necesidades, pero si hay algunas concomitancias como la tendencia algún tipo de disposiciones geométricas.
La ciudad, nace, crece y gira en torno al centro constituido por los lugares religiosos, mercantiles y administrativos más representativos donde se satisfacen las necesidades diarias.
Desde este centro de orden urbano se construyen las calles, parques, jardines, etc. y nosotros las clasificamos según los siguientes tipos de planos:
a) Ortogonal, o en cuadrícula, o en damero, en el que un conjunto de calles se alinean paralelamente, cortándose en ángulo recto con otro conjunto de calles también paralelas.
b) Radioconcéntrico. Las calles se disponen en círculos concéntricos, más o menos regulares, en torno al centro urbano, del que a la vez salen calles a modo de radios, formando una estrella, que van cortan- do a las anteriores. Este plano permite una comunicación cómoda del centro con cualquier lugar de la ciudad.
c) Lineal. Sólo hay una calle principal de gran longitud, concebida para soportar circulaciones intensas y para alojar a los organismos de la administración y de la industria, los centros comerciales, etc. Se dispone rectilíneamente y a ella se van adosando calles secundarias, paralelas, destinadas a usos residenciales. Como la mayor parte de las ciudades que desempeñan funciones complejas tienen tendencia a crecer, van ampliando su plano, de forma espontánea por lo general.

La ampliación puede producirse:
a) por agrupamiento de nuevas calles, colindantes a las antiguas, que son simple prolongación del plano inicial o, en ocasiones, que obedecen a una ordenación previamente programada en cuadrícula, etc.,
b) en estrella, con alineación de las nuevas construcciones a lo largo de las principales vías de comunicación que salen radialmente del casco antiguo. Esto hace que entre estas que- den extensas superficies vacías. Posteriormente se irán rellenando estos espacios en ulteriores ampliaciones de la ciudad;
c) por anexión de poblados. La ciudad se expande tanto que engloba a los antiguos núcleos de su periferia, incluyéndolos en su plano;
d) polinuclear. En los bordes de la ciudad primitiva y en distintos puntos de su perímetro se van yuxtaponiendo nuevas ciudades, normalmente previamente planificadas. Es el caso más fre- cuente en las ciudades coloniales;
e) planificada. Conscientes de la anarquía que creaba en la red viaria y en los equipamientos públicos y comunitarios el crecimiento espontáneo surgido de la libre iniciativa, las autoridades públicas han actuado, y cada vez más, dirigiendo la expansión urbana mediante planes de ordenación.
Por lo general tan sólo los cascos antiguos, también denominados históricos, son del interés del turista por cuanto alojan los monumentos histórico - arquitectónicos más relevantes, los servicios administrativos y los comercios de su interés. No obstante, estos dos últimos, sobre todo el comercio de lujo, tienden actualmente a situarse en otras áreas.

3. Organización del espacio urbano
Cada una de las actividades, de las funciones, que la ciudad desarrolla, incluso la turística como se acaba de señalar, tiene tendencia a concentrarse en ámbitos concretos de ella. De ahí deriva que en el plano urbano se distingan sectores especializados en una u otra función, cuyo conjunto constituye la estructura urbana.
Cierto es que no hay dos ciudades iguales en cuanto a su estructura, pero prácticamente en todas ellas pueden diferenciarse los siguientes sectores:
a) el sector central o distrito central de negocios, en el que se asientan, en edificios por lo general de gran prestigio, los principales centros comercia- les, administrativos, de ocio, financieros, sedes sociales y oficinas centrales de las grandes empresas, etc. con una intensidad y una categoría muy superiores a las de los demás sectores, con lo que se constituye en el más importante, en el auténtico corazón de la ciudad. En el Viejo Mundo suele coincidir con el casco antiguo o histórico, es decir, el turístico, si bien reciente- mente este distrito central o se desplaza a otros sectores, o se desdobla. Como característica fundamental presenta una fácil accesibilidad desde cualquier sector, puesto que suele ser también el centro neurálgico de los transportes urbanos. La población residente normalmente es escasa, repelida por el elevado valor del suelo y la excesiva actividad diurna;
b) los sectores residenciales. Suelen distribuirse en barrios, que poseen importancia y sentido propios. Unos barrios suelen diferenciarse de otros por la morfología y equipamientos colectivos, por su diferenciación social y profesional, por su mayor o menor seguridad, etc. También se encuentran diferenciaciones entre barrios puramente residenciales, barrios industriales y barrios con importantes actividades comerciales (comercio de lujo, de marca); e) el sector periurbano. Sólo interesa aquí porque en las afueras se están localizan- do grandes áreas comerciales, con amplios estacionamientos, hipermercados, etc. Claro es que esta estructura urbana sólo aparece en las ciudades del mundo desarrollado. En el Tercer Mundo lo habitual es que los sectores centrales estén ocupados por las clases acomodadas y que el área periurbana que los envuelve sea un hervidero de chabolas de las inmensas masas de desheredados.